lunes, 20 de diciembre de 2010

La honestidad

 La honestidad.
(Adaptación del relato de Qim Monzó).

 
 
Buenas noches.
Mi dentista ha desarrollado una estrategia para tranquilizar a sus clientes y para que no se levanten
y se vayan en un arrebato de pánico cuando le vean emboscado blandiendo el torno.

Conmigo ha funcionado porque hasta la fecha he quedado sujeto al potro de tortura escuchando
sus historias sin la menor intención de huir, suspenso en la historia que relataba mientras él manipulaba en la boca.
Pues es así como me seda.
Me cuenta una historia, la sigo y me empasta un diente, por ejemplo.
En la última visita me relató cómo una enfermera al entrar en la habitación, a cuyo paciente había
que suministrarle una pastilla, y después de llamarlo varias veces por su apellido y comprobar que éste no respondía,
le cogió la muñeca para tomarle el pulso y comprobó que no tenía, que estaba muerto.

Corrió por el pasillo hasta el mostrador de control para anunciarle a la enfermera jefe que el paciente de la 93 estaba muerto.
Y la enfermera jefe, mira el reloj. No le viene nada bien ese muerto.
Le falta un cuarto de hora para terminar el servicio y quiere llegar puntual a una cita.
El novio de su mejor amiga, con la excusa de hablar de su amiga, le ha invitado a cenar en su casa.
Ella sabe que hablar es lo que menos le interesa en el mundo y que si la invitado a cenar
es para empalarla a los diez minutos en la misma mesa entre platos de espaguetis y cubiertos.

Estas costumbres tan íntimas, evidentemente, las conoce por su amiga...
Por eso, si anuncia que el de la 93 se ha muerto, tendrá que quedarse un rato más.
Las muertes traen un papeleo y llegará tarde a su cita. Piensa que puede llamar al novio de su mejor amiga
y anunciarle que llegará algo más tarde, o aplazar para otro día la cita, pero esta solución no le convence.
Además, ha sido un día terrible, tiene unas ganas locas de acabar, ir a casa de él y dejarse hacer.
Podría decirle a la enfermera que ha encontrado el paciente muerto que haga como que no se
ha dado cuenta y largarle así la papeleta al turno entrante.
Total, a los del próximo turno lo mismo les da; encontrar un muerto no les iba a arruinar la jornada.

Pero no se fía de la enfermera, es nueva y puede que padezca la devoción ética propia de los novatos.
Además, apuntaría el dato y puede que un día lo utilice contra ella.
La enfermera que ha encontrado al muerto no comprende porqué se ha quedado quieta, boquiabierta y sin decidirse.
La enfermera jefe reacciona y le dice que no se preocupe, que ella se hará cargo de todo y que siga su ruta.
Descarta la solución de pedirle el favor a la enfermera jefe entrante: entre ellas
existe un odio mutuo desde el mismo día que se conocieron. ¡Y no piensa renunciar a la cita!
Estaba pasando por lo peores momentos de su atribula situación, cuando vio la solución entrando
por la puerta: el nuevo médico que trabaja en el hospital desde hace poco y que siempre le sonríe..., con esa sonrisa tan insinuante.

Es la única posibilidad. Le contará lo que ocurre y le pedirá el favor: ocuparse del muerto.
Por más que sepa que, a cambio del favor, pasará de las insinuantes sonrisas a proposiciones concretas.
Y piensa: ¿Le apetecería? Nunca lo había contemplado, pero, ¿por qué no?
De hecho le apetece decir que sí.
Es más: tiene muchas ganas de que le haga proposiciones.
Tantas que cada vez piensa menos en el hombre con quien se ha citado.
Allí entre espaguetis, encima de la mesa...
Se le acerca.

Los labios carnosos del médico le trastornan.
Le expone la cuestión.
No hay problemas: él se encargará de todo.
La enfermera jefe se aleja por el pasillo, y antes de entrar en el vestuario, se vuelve para mirarlo
y comprobar que, efectivamente, él la estaba mirando; se sonríen y ella entra en el vestuario.
Se cambia de prisa, sale a la calle y levanta el brazo para pedir un taxi
pero lo piensa mejor, lo baja, saca su teléfono y llama al novio de su amiga para musitarle una excusa poco creíble.
De regreso a su casa calcula cuánto tiempo tardará el médico nuevo en hacerle proposiciones,
y cómo hará para incitarlo si ve que tarda mucho en hacérselas.
Muchas gracias, y buenas noches

No hay comentarios:

Publicar un comentario