jueves, 21 de octubre de 2010

Toda la verdad

 

El abandono de los años inmediatamente posteriores a la celebración de la muestra se ha ido recuperando de manera muy lenta. En la actualidad, no hay ninguna parcela libre donde construir en lo que fue recinto de la Expo, pero el aire de provisionalidad unido al abandono de los paseos y avenidas es una constante.

Quizá sea el apeadero del AVE el símbolo de la incuria y de los jaramagos que siguen enseñoreándose de algunas zonas de la isla de la Cartuja, justo en frente del casco histórico de Sevilla, al otro lado de la dársena del Guadalquivir.

Al apeadero de la Expo92 llegaron los Reyes, primeros ministros y altas dignidades de varios estados participantes, pero desde que se apagaron los últimos fuegos de artificio en la Cartuja no ha vuelto a tener uso. Los jóvenes llegaron a utilizar su estructura textil como pista de saltos hasta que el accidente de uno de ellos hizo que se vallara algún tiempo.

En la actualidad, el lecho de los raíles (un peine de cuatro vías con ancho Renfe e internacional) está lleno de suciedad mientras las cubiertas de lona están hechas jirones. No hay semestre en que no se anuncie un plan para rescatar la infraestructura ferroviaria, sin ningún resultado hasta la fecha.

En realidad, tampoco está en uso el apeadero del estadio, construido quinientos metros más allá con ocasión de los Mundiales de Atletismo celebrados en Sevilla hace diez años, en verano de 1999.

Hay otros olvidos más imperdonables aún que el del ramal ferroviario que nunca más ha vuelto a utilizarse. 

Es el caso del mural Verboamérica que el artista plástico chileno Roberto Matta creó para la llamada puerta Barqueta. 

Se trataba de un mosaico cerámico con el que se quería rendir homenaje al Descubrimiento de América a través del sugerente mundo onírico del creador.

Diecisiete años después, sin embargo, poco queda más allá de algunos azulejos salvados de la barbarie y de la intemperie

La ciudad de Sevilla nunca ha tenido en cuenta este legado artístico que permanece olvidado.

La confluencia de administraciones públicas con intereses en la isla de la Cartuja tampoco favorece la conservación de las instalaciones. 

Agesa, una sociedad patrimonial de Hacienda, se reparte la propiedad del suelo con la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de la ciudad. 

Además, se combinan propietarios con derechohabientes del sobrevuelo, como Isla Mágica, en una complicada maraña legal.

Curiosamente, son los grandes pabellones temáticos los que han corrido peor suerte en estos diecisiete años. 

El de los Descubrimientos -que salió ardiendo en febrero de 1992- se demolió hace un par de años para dejar sitio a un controvertido rascacielos de César Pelli que promueve Cajasol. 

El movimiento de tierras ya ha comenzado.

El pabellón de la Navegación será, al cabo de diecisiete años de acabar la Expo, un museo náutico centrado en la Carrera de Indias.  

Agesa acaba de adjudicar a Ferrovial Agromán la obra de adaptación de su interior por cinco millones de euros y con un plazo de obras de diez meses. 

El arquitector Guillermo Vázquez Consuegra y el director artístico de la empresa GPD Boris Micka trabajan conjuntamente para devolverle la vida que tuvo durante la Expo.

Muchas de las plantas del Jardín del Guadalquivir se han perdido y ha habido que reforestar

El pabellón del siglo XV tendrá una nueva oportunidad como Centro Andaluz de Danza y sede en Sevilla de la Filmoteca de Andalucía merced a una inversión de 5,6 millones de euros por parte de la Junta de Andalucía para la que, sin embargo, no hay plazos de momento.

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/17/andalucia_sevilla/1239998573.html

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