domingo, 23 de mayo de 2010

Paradojas de la edad

 1. Habrá alguien notado, que en la única época de nuestras vidas
que deseamos ser mayores es cuando somos niños?
Si tenemos menos de 10 años, es tanto el entusiasmo
por crecer que pensamos en fracciones.
¿Cuántos años tienes?
Le preguntamos a un niñito, y por lo general, la orgullosa
respuesta es: 4 años y medio…, claro, y además añade, casi 5…,
porque obviamente, esa es la clave.

Sin embargo, nunca decimos:
Tengo 36 años y medio, por ejemplo.

2. Cuando llegamos a la adolescencia, el asunto es todavía peor.
Nada ni nadie nos puede detener…, saltamos al número siguiente,
y las más arriesgadas (os), inclusive se añaden más.
¿Cuántos años tienes?
Y la respuesta es:
«Ya casi cumplo 16».
Claro, apenas tenemos 13, pero qué importa, de todos modos algún día tendremos 16.
Y luego el día mejor de tu existencia: Cumples 21!!!! Ah, fantástico, sí, sí, ¡sí.

3. Pero cuando llegas a los 30…, mmmm…, en inglés, es todavía peor la expresión,
porque en ese idioma se dice: «La «turned» 30.
Y la palabra «turned» es casi como si te hubieras transformado en leche rancia.
La diversión, la emoción empiezan a tornarse agrias.
Qué sucedió, ¿cuál fue el error?
Y analizas: Llegaste a los 21, te transformaste a los 30,
y ahora empiezas a empujar hacia los 40. Uff!!! Pongamos la palanca en neutro,
porque como que los años empiezan a deslizarse, igual que un auto
sin frenos…, y antes  de que te enteres llegas a los 50.
¡Y entonces, parece como si tus sueños hubieran desaparecido!

¡Pero espera! Llegas a los 60…, y ni siquiera pensabas que llegarías.
Y entonces ya has agarrado tanta velocidad que alcanzas sin darte cuenta 70!!!
Después de los 70 la cosa se convierte en el día a día.
Eres afortunado (a) si llegas hasta el jueves, je.
Y cuando llegas a los 80, cada día es un ciclo completo:
Llegaste al almuerzo, alcanzas las 4:30 y luego…, increíble: la hora de acostarte.
Y la cosa no para ahí.
Si llegas a los 90 empiezas a ir de para atrás.
«Yo cumplí apenas 92».
Y entonces sucede algo extraño, si llegas a 100 empiezas
a ser un niñito de nuevo: «Tengo 100 años y medio».

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