domingo, 5 de junio de 2011

Agua

Era uno de los días más calientes del tiempo seco de verano. No habíamos

visto la lluvia en casi un mes. Las cosechas se estaban muriendo. Las vacas

habían parado de dar leche. Los ríos estaban secos hasta el piso. Era la

temporada seca que iba a llevar a siete granjeros a la bancarrota antes que

terminara...

Todos los días, mi esposo y sus hermanos iban por el proceso arduo de tratar

de llevar agua a los campos. Ultimamente, el proceso envolvía llevar un

camión a la planta y llenarlo de agua. Pero, las raciones de agua las cortaban

cada día más. Si es que no veíamos lluvia pronto... íbamos a perderlo todo.

Fue en este día que aprendí una verdadera lección de compartir y ser parte del

único milagro que pude ver con mis propios ojos... Estaba en la cocina

haciendo el almuerzo para mi esposo y sus hermanos, cuando vi a mi hijito de

seis años, Billy, caminar hacia el bosque. El no estaba caminando como un

niño normal de su edad (sin preocuparle nada); en cambio estaba caminando

con mucho cuidado y sólo podía ver su espalda. Obviamente, estaba

caminando con mucho esfuerzo... tratando de estar lo más quieto posible.

Minutos después desapareció en el bosque, y volvió a salir corriendo hacia la

casa. Seguí haciendo los sandwiches; pensando que sea lo que sea que estaba

haciendo, ya había terminado. Momentos después, volvió a caminar bien

lentamente hacia el bosque... Esta actividad siguió ocurriendo por una hora.

Finalmente, no pude aguantar más y lo seguí (teniendo cuidado que no me

viera... obviamente estaba haciendo algo tan importante y no necesitaba a su

"mami" que lo chequease). El tenía sus manos juntas adelante de él mientras

caminaba; teniendo mucho cuidado que el agua que tenía en ellas no se

cayera. Me acerqué un poco más cuando llegamos al bosque. Ramas y troncos

le golpeaban su cara, pero no trató de esquivarlas. El tenía algo mucho más

grande que hacer... En lo que me agaché para verlo, tuve una vista tan

extraordinaria... Una gran cantidad de venados estaban al frente de él. El se

les acercó. Casi grito al ver un venado (macho) con sus cuernos bien grandes

demasiado cerca a él. Pero el venado no lo atacó... él ni se movió, mientras que

mi hijo se arrodillaba. Y vi un pequeño venadito tirado en el pasto, sufriendo

deshidratación y exhausto del sol, apenas pudo levantar su cabeza con mucho

esfuerzo para lamer el agua de las pequeñas manos de mi hermoso niño.

Cuando se tomó toda el agua, Billy corrió a la casa y yo me escondí atrás de un

árbol. Luego lo seguí a la casa. De un caño que habíamos cerrado, que apenas

pudo abrir, gotas empezaron a caer. El esperó ahí, dejando que gota por gota

llenase sus pequeñas manitos; mientras que el sol asoleaba su espaldita.

Luego muchas cosas se aclararon en mi mente. La semana anterior él había

sido castigado por jugar con agua. El aprendió la lección de no malgastar agua

y esa es la razón porque no me pidió ayuda. Le tomó 20 minutos para coger el

agua que necesitaba. Se levantó y ahí yo estaba parada en frente de él. Sus

ojos se llenaron de lágrimas, "No estoy desperdiciando esta vez", es todo lo que

me dijo. Cuando empezó a caminar, yo lo acompañé con una olla de agua de la

cocina... Dejé que fuera sólo hacia los venados. Era su trabajo; y yo me quedé

atrás de un árbol mirando el corazón más bello que he conocido, trabajando

tan fuerte para salvar otra vida.

Lágrimas caían por mis mejillas al piso, luego de repente fui acompañada por

más gotas... y más gotas... y más. Miré hacia el cielo. Era como si Dios, el

mismo, estuviese llorando de orgullo.
Quizás algunos pueden decir que esto fue coincidencia, que milagros no

existen y no trato de convencer a nadie de lo contrario...

Lo único que puedo decir es que ese día llovió y salvó nuestra granja... así

mismo, como las acciones de un pequeño niño salvaron una vida.
Siempre es bueno creer que cuando todo sale mal, algo bueno pasa al final...

Autor desconocido.

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