Seguro que todos hemos escuchado alguna vez nuestra voz grabada. Y seguro que todos nos hemos preguntado con sorpresa lo mismo: «¿Esa es mi voz?».
El motivo de que nos resulte tan extraña y desconocida nuestra voz en una grabación reside en un conocido fenómeno físico.
Las ondas sonoras que emitimos al hablar viajan por el aire hasta el micrófono. En este medio, parte de los sonidos de baja frecuencia, generalmente los inferiores a 300 hertzios, se disipan y no llegan al equipo de grabación, lo que ocasiona la pérdida de matices.
A esto hay que añadir el hecho de que estamos acostumbrados a oírnos a nosotros mismos de una manera especial. Al hablar, los sonidos se transmiten por los huesos de la cabeza, que hacen las veces de una caja de resonancia.
De ahí que percibamos nuestras palabras en tonos más graves que el interlocutor.
Fuente: http://www.muyinteresante.es/
Por lo tanto, el sonido que percibimos al escucharnos en una grabación es más agudo que aquel que oímos al hablar, un sonido diferente al que estamos acostumbrados a oír cuando hablamos.
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